dilluns, d’abril 02, 2012

Trifulcando nocturnamente



Hay un hombre de piel huidiza que le visita en sueños. Es un hombre mezclado con todos los hombres, es un hombre desconocido y a la vez tan cercano que le quema por dentro. Es luz decrépita, es agonía, es descaro y atrocidad. Es una ola de fuego y unas argollas en los tobillos, aunque grita libertad a cada pulso.

No sabe cómo deshacerse del Hombre de Negro. Ese que no tiene rostro, que usa túnica y asusta de madrugada. Le dice la almohada que lo ahogue, que le corte la respiración a golpes de puño, a puñetazos despiadados. Y se lo dice riéndose sádicamente desde el algodón mullido por encima de la cama.

- Tú te ríes, almohada, porque eres blanca e impecable. Porque crees que nadie puede mancillar tu condición de nube. Te ríes con soberbia, con la superioridad del que sabe más que todos los idiotas que le escuchan, y sólo porque eres testigo de los sueños. Pues no voy a tener tantos miramientos. ¿Sabías que te puedo quitar el alma? ¿Imaginas como serías, almohada estúpida, sin tu esencia más rellena, sólo un pedazo de ropa que ha perdido su utilidad primera y ahora sólo sirve para limpiar cristales o quitarle el polvo a los muebles?


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