dissabte, d’abril 07, 2012

Cronos come o no come a sus hijos


Da miedo, tienes razón, quizás tú lo viste antes que los otros, no lo sé, no me aventuro a decir que tu aura extraña es de visionario. Pero con certeza lo viste antes que yo y ahora estoy de acuerdo contigo: a veces me asusta, me crea recelo, aprensión, angustia - an-gus-tia. An-GUS-tia. Pronuncia esta palabra como si tuvieras en la boca un toffee de nata o abrieras la piel de un coulant mullido con un bisturí frío.

Mirar adelante y pensar que todo lo que hay va a desintegrarse y lo va a hacer sin pausa (peor, sin prisa, para hacer de la tortura de quien lo ve algo disimulado).

Mirar hacia atrás y darte cuenta que eso que recuerdas como un tesoro de sentimientos, eso ya se ha desvanecido. Que ya nunca más vas a tenerlo entre las manos o delante de los ojos. Ya nunca más vas a olerlo, a agarrarlo, a amarlo como lo amabas.

Que la piel de nuestros rostros ya empieza a resquebrajarse, que de ahí sólo puede ir evolucionando implacablemente hasta la degradación pausada.

Da miedo asomarse a los pensamientos del paso del tiempo, de la muerte, del no-ser, de la vacuidad de lo que nos han hecho creer que es importante. De nosotros mismos, de nuestro papel. 

¿Qué papel?

Tus edificios se derrumban como siempre, en otros idiomas o en otros contextos, y la megalomanía de la que están hechas sus piedras tan sólo se recicla. Pero me ha gustado leerte el alma, me ha hecho sonreír saber que después de los años aún vive ese niño triste y sentido detrás de tus ojos -de tu cámara. Entonces me miro, me sonrojo, me reflejo en el espejo y a ratos me conozco, me veo asomarme entre las ropas: aquí vive también ese algo todavía. Y este sol que se mueve entre las nubes... Quizás aún hay esperanza, quizás hay cosas que perduran siempre contra viento, marea y perturbaciones.

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